Un niño estaba parado, descalzo, frente a una
tienda de zapatos temblando de frío. Una
señora se acercó y le dijo:
"Mi pequeño amigo ¿qué estás mirando con
tanto interés en esa ventana?"
Él respondió: "Le estoy pidiendo a Dios que
me de un par de zapatos". La señora lo tomó
de la mano y lo llevó adentro de la tienda y
pidió a un empleado media docena de pares
de medias para el niño y un par de zapatos.
Preguntó si podría prestarle una tina con
agua y una toalla y llevó al niño a la parte
trasera de la tienda.
Con cariño empezó a lavar los pies del niño y
se los secó, luego le colocó las
medias y los zapatos.
Ella acarició al niño en la cabeza y le dijo:
"¡No hay duda pequeño amigo que te sientes
más cómodo ahora!". Mientras ella daba la
vuelta para marcharse, el niño muy feliz, la
alcanzó y la tomó de la mano, mirándola con
lágrimas en los ojos le preguntó: "¿Es usted
la esposa de Dios?. La Señora le respondió:
"No, solamente soy una mujer agradecida con
lo que el me ha dado".
Queridos amigos, se imaginan ¿Qué diferente
sería el mundo? Pero tal vez tu no eres capaz
de compartir este mensaje! Yo si lo hago y
también estoy infinitamente agradecido con
Dios!
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