Después de mucho insistir, la mujer que tanto me
propuse conquistar, Finalmente aceptó salir conmigo,
esa tarde salí con el propósito de iniciar una nueva
relación en mi vida, mi cita era a una cuadra de mi casa,
así que opté por caminar en el trayecto, hubo un viejo
sentado en el porche de su casa que llamó mi atención,
sentado en una banqueta, con los pies descalzos, su
bigote blanco y sus arrugadas manos sosteniendo un
bastón viejo de madera. Sus pantalones, que
arremangados dejaban libres sus pantorrillas, y una
camisa blanca, rota por el tiempo y mal abotonada;
miraba la nada desde la precisa y envidiable perspectiva
que da la experiencia. El viejo lloró, y en su única
lágrima expresó tanto, que me fue muy difícil acercarme,
preguntarle, o siquiera consolarlo. Por enfrente de su
casa pasé mirándolo y al cambiar su mirada fijándola en
mí, le sonreí y lo saludé con un gesto, aunque no crucé
la calle, es que tenía que llegar a tiempo a la cita con la
chica que finalmente había aceptado salir conmigo
después de varias semanas de insistencia, no me animé,
además pues no lo conocía y si bien entendí, que en la
mirada de aquella lágrima, demostraba una gran
necesidad, seguí mi camino pero sin lograr convencerme
que hacía lo correcto por no seguir los impulsos de mi
corazón.
Después de varias horas de conversar con mi nueva
conquista, la imagen del viejo en la banqueta no podía
apartarla de mi mente, Por qué te preocupas por alguien
que no conoces, Todos tenemos problemas y no
siempre encontramos ayuda.”Fueron las palabras vacías
de mi acompañante que decepción. En mi camino guardé
esa imagen fundida en mis recuerdos; su mirada que
encontró la mía en el infinito de la nada, ese lugar donde
se encuentran más que decepciones, ya que inmediata e
imperdonablemente le había negado mi compañía y todo
por ir en busca de mi egoísta felicidad. Traté de
olvidarme. Caminé rápido, como escapándome. Llegué a
casa esperando que el tiempo borrara esa presencia.
Pero esa lágrima no se borraba. Los viejos no lloran así
por nada. Me dije. Esa noche me costó dormir, pues la
conciencia no entiende de horarios, y decidí que a la
mañana siguiente volvería a la casa, y conversaría con él.
Esa noche surgió un propósito tal y como entendí me lo
había pedido; y luego de vencer mi pena, logré dormirme.
Muy temprano desperté aquél día, recuerdo preparé un
termo con café, compré unos panecillos y muy deprisa
fui a la casa, convencido que tendríamos mucho que
conversar.
Golpeé a la puerta. Salió otro hombre: ¿Qué desea?
preguntó el hombre, mirándome con un gesto extrañado.
Y contesté: Busco al anciano que vive en esta casa, mi
padre murió ayer por la tarde, dijo entre lágrimas: ¡Murió!
Dije decepcionado las piernas se me aflojaron, la mente
se me nubló y los ojos se me humedecieron. ¿Usted
quién es? Volvió a preguntar: En realidad, nadie,
contesté y agregué: Ayer pasé por la puerta de su casa,
estaba su padre sentado y vi que lloraba, y a pesar de
que lo saludé no me detuve a preguntarle que le sucedía,
pero hoy volví para hablar con él, aunque veo que ya es
muy tarde. Usted es la persona de quien hablaba en su
diario, dijo y entonces me invitó a pasar. Luego de servir
un poco de café, me llevó hasta donde estaba su diario,
y en la última hoja, sólo rezaba: hoy me regalaron una
sonrisa, y un saludo amable, soy muy feliz, es un día
bello. Tuve que sentarme, fue difícil de digerir aquello.
Me dolió el alma de sólo pensar lo importante que
hubiera sido para ese hombre que yo cruzara aquella
calle. Me levanté lentamente y al mirar al hombre le dije:
Si hubiera cruzado la calle y hubiera conversado unos
instantes con su padre, Pero me interrumpió y con los
ojos humedecidos de llanto dijo: Si yo hubiera venido a
visitarlo al menos una vez este último año, en lugar de
andar tratando de encontrar mi felicidad satisfaciendo
mis gustos y necesidades personales, quizás el saludo
que usted le dio y su sonrisa, no hubieran significado
tanto a mi padre. Que decepción.
Andamos por la vida buscando nuestra propia felicidad,
y a veces lo hacemos tan egoístamente sin importar que,
al conseguirla, nuestra felicidad sea la causa de la
infelicidad de alguien más y peor aún, cuando es la
infelicidad de aquel que nos ama.
Aprecia lo que tienes hoy, que puede irse mañana.
Cuida el amor que te ofrecen. Si perdonas, serás
perdonado. Vive pensando que hoy puede ser el último
día de tu vida. Pero vive pensando que la vida se hace a
cada Instante. Las decisiones que tomes hoy,
determinan tu futuro mañana. El Dolor es pasajero, la
experiencia no, el dolor es el mejor maestro.
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