jueves, 26 de junio de 2014

Dios aun nos habla ♥



 ¿Dios aún habla con las personas?  

Un joven de vida espiritual fue a una 

reunión de estudio de la Biblia en la 

residencia de un matrimonio amigo.

Era noche de jueves. 

El matrimonio dividió el estudio entre oír 

a Dios y obedecer la Palabra del Señor. 

El joven no podía dejar de querer saber si


"Dios aun habla con las personas".

Después del estudio, él salió para tomar un 

café con los ami­gos que estaban en la 

reunión familiar y discutían un poco 

más sobre el mensaje de esa noche. 

De formas diversas, ellos habla­ban de 

cómo Dios había con­ducido 

sus vidas de maneras tan diferentes. 

Eran aproximada­mente las 22 

horas cuando el joven se despidió de sus 

amigos y comenzó a dirigirse a su casa. 

Sentado en su automóvil, co­menzó a pedir: 


"¡Dios! Si aún hablas con las personas, 


habla conmigo, yo te escucharé. 

Haré todo para obedecerte".

Mientras conducía por la ave­nida principal 

de la ciudad, tuvo un pensamiento muy 

extraño, como si una voz 

hablase dentro  de su cabeza:

"Para y compra un litro de leche".

 Él movió su ca­beza y dijo en alto:

"Dios, ¿eres tu Señor?". 

No obtuvo respuesta y continuó 

dirigiéndose para su casa. 


Sin embargo, nuevamente, 

surgió el pensamiento: 


"Compra un litro de leche". 


El joven pensó en Samuel y como él no 

reconoció la voz de Dios, y como 

corrió hacia Él. 

"¡Muy bien, Dios! En caso de ser el Señor, 


voy a comprar la leche". 


Esto no parece ser una prueba de

obediencia muy difícil.

Total, él podría también usar la leche.

Así que paro, compró la leche y 

reinició su camino a casa.

Cuando pasaba por la séptima avenida, 


nuevamente sintió un pedido: 


"Gira en aquella calle". 

Esto es una locura, pensó, y pasó 

de largo el retorno.

Nuevamente sintió que debería haber girado 

en la séptima avenida. 

En el siguiente retorno, él giró y se 

dirigió por la sépti­ma avenida. 

Medio bromeando, dijo en voz alta: 

"Muy bien, Dios, lo haré". 

Siguió avanzan­do por algunas cuadras 

cuandode repente sintió que debía pa­rar. 

Se detuvo y miró a su alre­dedor. 

Era un área mixta comer­cial y residencial. 

No era la me­jor área, pero tampoco 

era la peor de la vecindad. 

Los esta­blecimientos estaban cerrados

y la mayoría de las casas estaban a 

oscuras, como si las personas 

ya se hubiesen ido a dormir, ex­cepto 

una del otro lado de la calle que 

estaba cerca. 

Nuevamente, sintió algo: 

"Ve y dale la leche a las personas que están 

en aque­lla casa del otro lado de la ca­lle". 

El joven miró la casa, y co­menzó a 

abrir la puerta del co­che, pero se 

volvió a sentar. "Se­ñor, esto es una locura. 

¿Cómo puedo ir a una casa extraña 

en medio de la noche?".

Una vez más, sintió que de­bería ir a dar la leche.

Finalmente, abrió la puerta. 

"Muy bien, Dios, si eres el Señor, iré 

y entregaré la leche a aquellas personas. 

Si el Señor quiere que yo parezca 

un idiota, muy bien, yo quiero ser obedien­te. 

Pienso que esto va a contar para 

algo; sin embargo, si ellos no responden 

inmediatamente, me iré en el mismo acto".

Atravesó la calle y tocó la campanilla.

 Pudo oír un barullo viniendo desde dentro, 

pareci­do al llanto de una criatura. 

La voz de un hombre sonó alto:

"¿Quién esta ahí? ¿Que quie­re?".

 La puerta se abrió antes de que 

el joven pudiese huir. 

De pie, estaba un hombre vestido 

de jeans y camiseta. 

Tenía un olor extraño y no parecía feliz de 

ver a un desconocido de pie en su puerta.

"¿Que pasa?". 

El joven le en­tregó la botella de leche.

"Compré esto para ustedes". 

El hombre tomó la leche y co­rrió

 adentro hablando alto. 

Des­pués, una mujer pasó por el 

corredor cargando la leche en 

di­rección a la cocina.

El hombre seguía sostenien­do en 

brazos una criatura que lloraba.

Lágrimas corrían por el rostro del hombre

 y luego co­menzó a hablar, 

medio sollozan­do: 

"Nosotros oramos. Teníamos muchas 

cuentas que pagar este mes 

y nuestro dinero se había acabado. 

No teníamos más leche para nuestro bebé. 

Apenas recé le pedí a Dios que 

me mos­trase una manera de conseguir leche". 

Su esposa gritó desde la cocina:

"Pedí a Dios que me mandara un ángel 

con un poco... ¿Ud. es un ángel?

El joven tomó su cartera y sacó todo el dinero 

que había en ella y lo colocó en 

las manos del hombre. 

Se dio media vuelta y se fue a su vehículo, 

mientras las lágrimas corrían por sus 

me­jillas. 

Él experimentó que Dios todavía 

responde los pedidos justos y verdaderos.




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