Todos los seres humanos tenemos la tendencia a pensar que viviremos por lo menos hasta los 90 años. Por eso hacemos planes para cuando nos jubilemos y despues pedimos a Dios que nos de salud hasta el final, esperando que llegue lo más tarde posible.
Pero nuestra existencia no esta marcada por nuestros deseos, sino por el tiempo que Dios ha decidido concedernos desde antes que nacieramos. De todas formas no esta mal que pensemos en vivir el máximo de tiempo, es una expresión de nuestro instinto de supervivencia.
Pero muchas veces las cosas no son como quisiéramos y tengamos la edad que tengamos, podemos tener graves problemas de salud. Puede ser que un día vayas al médico, porque tienes una pequeña molestia y despues de hacerte unos estudios, te digan que tienes una enfermedad complicada, que tienes pocas posibilidades de superarla y que tu vida esta en riesgo.
Imaginate la cara de sorpresa y espanto que pones, eres joven y te preguntas: ¿Cómo es posible que esto me ocurra a mí? Esto no estaba en mis planes. ¿Y qué voy a hacer ahora, que pasará con mi trabajo, mi familia, mi hijos…? Es una reacción normal, porque nadie esta preparado para una situación de este tipo, siempre pensamos que esto les ocurre a los demás y de alguna forma, sufrimos una profunda crisis existencial.
Cuando algo así nos sucede, tenemos dos opciones: Entregarnos y abandonarnos a la enfermedad o hacerle frente. Si nuestra actitud frente a la enfermedad es negativa o positiva, depende en muchos casos de nosotros. Para explicarles lo que estoy diciendo, voy a contarles una historia real que sucedió en la ciudad de Rosario, hace pocos meses.
Un hombre y su hija de 27 años, recibieron el mismo día la terrible noticia de que ambos padecían de cancer. El padre reaccionó de una manera negative y dijo: ¡Esto es el fin y no voy hacer ningún tratamiento! y se abandonó totalmente a su suerte. Cayó en una profunda depresión y a los cuatro meses falleció.
Por el contrario su hija tomó una actitud totalmente diferente. Ella en medio de sus temores, manifesto su deseo de vivir, siguió todo el tratamiento que le ordenaron los médicos y además hizo lo que sin duda, es lo más importante en estos casos; buscó apoyo y fortaleza en Dios. Hoy despues de un año, está completamente sana y no quedan rastros de su enfermedad.
Dos historias, dos casos similares, dos actitudes diferentes, dos resultados distintos.
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