Esta historia, transcurrió durante la Segunda Guerra Mundial.
En Italia, una familia compuesta por el matrimonio y sus tres hijos, estaban durmiendo, cuando fueron sorprendidos por el bombardeo de los enemigos. Una de las bombas, cayó sobre la casa y en medio de la confusión, el padre tomó a sus hijos y salió corriendo, sin darse cuenta de que su esposa se había quedado atrapada y había muerto a causa de las heridas recibidas.
Una vez en la calle, otra de las bombas hirió al padre, dejándolo inconsciente en el suelo. Los niños siguieron corriendo y fueron rescatados por un camión que se los llevó lejos de aquel lugar. Debido a la confusión y la falta de información, el hombre nunca volvió a tener contacto con sus hijos.
Atormentado por la terrible pérdida, el hombre se refugió en el trabajo. Y casi sin darse cuenta se hizo con una importante fortuna. Los niños siempre pensaron que su papá también había muerto, por lo que nunca se ocuparon por encontrarlo. Fueron adoptados por una familia, donde les brindaban amor, comprensión y buena educación. Al cabo de varios años, siendo ya adultos, viajaron a Argentina, en busca de mejores oportunidades económicas, allí se casaron y formaron cada uno sus respectivas familias.
Pero el padre, nunca se rindió en la búsqueda de sus hijos, hasta que un día se enteró de que sus hijos vivían en Buenos Aires. Inmediatamente planeó el viaje y decidió que repartiría su herencia entre los tres hijos, siempre y cuando lo recibieran, y lo reconocieran como su verdadero padre.
Con mucha ansiedad y expectativa, llegó a Buenos Aires y empezó la búsqueda. Estaba nervioso y emocionado, ya que había pasado más de 30 años, sin ver a sus hijos. Finalmente llegó a la casa de su primer hijo, llamó a la puerta y cuando lo vio, se abrazó a él, y con lágrimas en los ojos le dijo: Mario, soy tu papá, pero el hijo, lo miró fríamente y le contestó: mi padre está muerto, además, yo no creo que usted sea mi padre, y sin dar más explicaciones cerró la puerta.
Triste y con mucho dolor en su corazón, decide ir hasta la casa del segundo hijo, cuando lo vio, lo abrazó y le dijo: Carlos soy tu papá. El hijo con mucha desconfianza, lo hizo pasar a la casa y escuchó su historia por un momento, pero todos los datos que el padre le daba, eran inútiles, no le creyó y lo echó de su casa.
Por último y casi desahuciado, fue a la casa de su tercer hijo. Llamó a la puerta y volvió a repetir sus palabras: Luis soy tu padre, mientras lo abrazaba. Luis reconoció inmediatamente a su padre y lo invitó a entrar, contándole que él, por alguna razón que desconocía, nunca había aceptado su muerte.
Desde aquella noche fatídica cuando era pequeño, Luis siempre había esperado que su padre llamara a su puerta. Lo aceptó con todo el amor de su corazón y vivieron juntos hasta el fin de sus días, recibiendo como herencia toda la fortuna de su padre, que en principio debía ser para los tres hijos.
Que enseñanza nos deja esta historia:
En Apocalipsis 3:20, el Señor Jesús nos dice, “Yo estoy a la puerta y llamo; si oyes mi voz y me abres entraré en tu casa y cenaré contigo”
• Nuestro Padre Celestial, no está muerto, ÉL VIVE.
• Jesús siempre está llamando a la puerta de nuestro corazón.
• Como Luis, no debemos tener la más mínima duda, tenemos que creer e invitarlo a morar en nuestro corazón.
• Una vez que hayas realizado por fe este acto espiritual, tendrás a tu disposición todas las riquezas espirituales que Jesucristo tiene guardadas para ti.
¿Cómo hacer, para que todo esto ocurra?, es muy simple, sólo debes hacer esta oración:
Jesús, creo que vives y que en este momento estás a la puerta de mi corazón con el deseo de entrar en mí y darme una vida completa y con propósito. Por eso te invito a entrar en mi vida, para que seas mi Señor y Salvador. Gracias
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