jueves, 20 de noviembre de 2014

Dicen que a cierta Edad..


Dicen que a cierta edad las personas 
nos hacemos invisibles, 
que nuestro protagonismo 
en la escena de la vida declina y que 
nos volvemos inexistentes para un mundo 
en el que sólo cabe el ímpetu de los años 
muy jóvenes, las figuras 
delgadas y espectaculares...


Yo no sé si me habré vuelto 
invisible para el mundo... 
Es muy probable, pero nunca fui tan 
consciente de mi 
existencia como ahora, 
nunca me sentí tan protagonista de mi vida, 
y nunca disfruté tanto de cada
momento de mi existencia.

Descubrí que no soy una príncesa 
de cuento de hadas.
(¡¡Por suerte!! debe ser muy aburrido) 
Descubrí al ser humano que 
sencillamente soy, 
con sus miserias y sus grandezas. 
Descubrí que puedo permitirme el lujo de
no ser perfecta, 
de estar llena de defectos, 
de tener debilidades, de equivocarme, 
de hacer cosas indebidas, 
de no responder a las 
expectativas de los demás.

Y a pesar de ello.... ¡quererme mucho!

Cuando me miro al espejo ya no 
busco a la  que fui... Sonrío a la que soy... 
Celebro la posibilidad de elegir, a cada 
instante quien quiero SER, 
me alegro del camino andado, de la experiencia 
que me dieron estos años.

Asumo mis contradicciones. 
Valoro lo recorrido. 
Tan mal no me fue... ¡Estoy acá! 
¡Qué bien vivir sin la obsesión de la perfección! 
Después de todo cuando decidí, que no quería
la perfección, comencé a accionar 
y a alcanzar objetivos, como bajar esos kilos
que tanto pesaban en mi vida! 

¡Qué bien no sentir ese desasosiego permanente 
que produce correr permanentemente 
buscando que todos te quieran! 

¡¡¡Qué bueno está empezar a 
quererse y respetarse una!!! 

¡Qué maravilloso reconocer que la 
felicidad está tan cerca nuestra,
tan relacionada con nuestras búsquedas y 
nuestros mágicos encuentros interiores! 

¡Qué suerte haber comprendido que la magia 
y el poder no están en el afuera, sino en mí!






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